viernes, 23 de abril de 2010

Eshu en la visión tradicional yoruba y fon

Es muy común que una persona que por primera vez se aproxima a los cultos con raíces africanistas confunda la imagen de Eshu de nuestra Kimbanda con el Orisha Bará (del batuque del Sur de Brasil), con el Orisha Esù (del candomblé baiano), con el Orisha Elegguá (de las reglas de Ocha e Ifá) o con el Voudun Elegbara (también conocido como Papá Legba en el vudú haitiano). Lamentablemente esta misma confusión la tienen muchos adeptos a nuestros cultos, quienes por mal aprendizaje o ignorancia generan muchas controversias a la hora de esclarecer este tema.

Tal es así que se nos hace necesaria una aclaración, con el único fin de ir despejando dudas y contribuir con nuestros hermanos de fe de todo el mundo, toda vez que la similitud de nombres o características no implica una naturaleza común de estas divinidades.

El personaje más controvertido en el candomblé es Esù. Para esa incomprensión la contribución de los misioneros y sacerdotes cristianos en África y Brasil no fue poca, el espíritu limitado de ciertos estudiosos y los relatos derivados del preconcepto y el miedo de los señores colonizadores, tanto en Brasil como en África dieron origen a esta controversia. En primer lugar, el misterio que envuelve la figura de Esù, portador de la fuerza que llega a todos los aspectos de la existencia -una fuerza ética- tanto beneficia al hombre como puede perjudicarlo ya que para el candomblé, Esù es el vehículo del castigo de los orishás. Por ser manifestación de algo en potencia, constituye sobre todo fuerza de sexualidad, de fecundación, de desarrollo y abundancia. Em ese sentido las representaciones de Esù no sólo tenían cuernos o presentaban el adorno córnico (la cornucopia, forma cónica, es por su movimiento espiralado a partir de un punto y se desenvuelve hasta el infinito, el símbolo de la abundancia) como también mostraban un gran falo, erecto o no.

Esù es portador de la fuerza del rojo, por lo tanto su culto se muestra rico en sacrificios y domina fuerzas descontroladas, haciendo de sus danzas la mímica de una orgía dionisíaca. Por su papel de transmisor de la voluntad de los orishás, Esù acompaña a cada uno de ellos y ejecuta la justicia de cada orishá, tomando partida, tanto en Brasil como en África, en la guerra del negro contra el blanco o el árabe, y hasta los negros de otras naciones enemigas.

No sorprende que tanto los religiosos cristianos occidentales como los esclavócratas ignorantes lo confundieran con el Diablo. Además, esa actitud es una constante en casi todas las iglesias que se sobreponen a un culto anterior, transformando los dioses vencidos en demonios. Como si no bastasen ésas razones para la confusión, el carácter ambiguo de Esù fue relacionado por una gran mayoría de afiliados al candomblé, con la figura del diablo cristiano. Sucesivos grupos de sacerdotes mal informados terminaron de cimentar el error, que se difundió entre el pueblo en general.

Para las naciones religiosas afrobrasileñas del Sur (el culto conocido como batuque), a Bará Exú, no es posible definirlo de manera sencilla con correlaciones gemelas de conceptos de tierra, paraíso, purgatorio e infierno cristiano. En primer lugar, porque se trata de un mundo dinámico de interligación y equilibrio de fuerzas, donde las existencias reales no son el aspecto exterior de las cosas. De la misma forma, no existe una frontera rígida del bien y del mal, y en el límite entre estos dos espacios estaría Bará Exú Lodê, iniciando el recorrido de la danza del batuque con una llave en su mano, con la que pretende abrir el camino hacia la luz, y una hoz en su otra mano, con la que intenta limpiar el mundo de impurezas y alejar la oscuridad.

Para el batuque Exú Bará ya es considerado como un Orishá, mientras que en el candomblé aún existen controversias sobre si clasificarlo o no como divinidad, ya que algunos estudiosos proponen que es un eggun (alma de un muerto), o un espíritu de la naturaleza (de árboles, piedras, animales, del fuego, etc.) o incluso un espíritu colectivo (egrégoras) creado por un tiempo determinado para ejecutar un trabajo específico. La desinformación en los mismos terreiros y entre la población acabó confundiendo a esta divinidad con un kiumba.

Realmente hay casos en que Esù (o Exú Bará) puede ser el portador de un castigo, inclusive su ejecutor, a pedido de un babalorixá o de un fiel del terreiro. En esos casos, siempre actúa como intermediario de un orishá: de Xangô si fuera un caso de tribunal; de Obaluaié (si fuera un caso de prisión o enfermedad), y así en adelante...

Este controvertido personaje es el único que posee libre tránsito en las nueve partes componentes del mundo, visible o invisible. Así, además de portador de fuerza y mensajero, él es guardián de límites, policía y elemento de unión. Existiría tanto en la tierra, en el fuego, en el agua y en el aire, y en las combinaciones de esos elementos y en los estados de transición entre ellos, incluyendo los cementerios. Sus colores, rojo y negro para el candomblé, o rojo solo para el batuque, representarían lo oculto en potencia sin diferenciación, y la vibración de menor frecuencia en una escalera al cielo pretendida por estas religiones. El aspecto benéfico de Bará Exú permitió el sincretismo, en Porto Alegre, con San Pedro, San Cayetano, San Antonio o San Gabriel.

En el vudú haitiano (culto de origen fon), Papa Legba es el intermediario entre los loas o vouduns (equivalentes a los orishás) y la humanidad. Él está parado en una encrucijada espiritual y da (o niega) el permiso de hablar con los espíritus de Guinea (de donde procede el culto), y se cree que habla todas las lenguas de la humanidad. Él es siempre el primero y el último espíritu invocado en cualquier ceremonia, porque su permiso es necesario para cualquier comunicación entre los mortales y los loas (él abre y cierra el umbral). En Haití, él es el gran portavoz, la voz de los dioses. Legba facilita la comunicación, el discurso y la comprensión. Puede ser visto como el equivalente a Elegguá de los yorubas por su papel de ser el dios de la encrucijada; pero además, Legba también comparte semejanzas con Orunmila, el orisha de la adivinación, quién enseñó a la humanidad cómo utilizar el poderoso oráculo de Ifá.


Él aparece generalmente como un viejo con una muleta o con un bastón, usando un amplio sombrero de paja y fumando una pipa, o esparciendo agua. Lo acompaña un perro, animal sagrado para él. Debido a su posición como “portero” entre los mundos de la vida y los misterios lo identifican a menudo con San Pedro, quién lleva a cabo una posición comparable en la tradición católica. Pero también lo representan en Haití como San Lázaro, o San Antonio. Aquí se observa la enorme similitud sincrética entre los cultos afrobrasileños y afroantillanos, con elementos de la cultura blanca dominante. En Benín y Nigeria, Legba se ve como joven y viril, es a menudo representado con cuernos e itifálico, y su lugar de culto está situado generalmente en la puerta de la aldea o en el campo.

Según el estudio realizado por el babalawo venezolano Rubén Cuevas, defensor de la idea de alejar el sincretismo cristiano de las religiones africanistas para aproximarlo a un sincretismo pagano precristiano, si alguien desea conocer y dar explicación a muchas de las afirmaciones que se hacen sobre Elegguá y con ello separar la superstición de la realidad de lo que las energías de este Osha representan en el panteón yoruba debería estudiar, en la mitología helénica, específicamente al Dios Hermes, el mismo que los romanos llamaron Mercurio; allí se asombrará al encontrar claramente todas las características del Dios yoruba.

También existe una confusión entre los términos Orisha y Osha; mientras que el primero hace referencia al conjunto de divinidades, que tanto pueden ser seres mitológicos, espíritus naturales o ancestrales provenientes de la cultura yoruba, el segundo indica aquellos orishas que por cualidades particulares pueden ser cabecera o guía espiritual de los iniciados en el culto. Ya vemos que no todos los Orishas pueden ser Oshas.

La confusión que muestran los sacerdotes yoruba al tocar el tema de este Osha (Elegguá) y este Orisha (Eshu), es que ambos se desenvuelven en la ley de polaridad o de los opuestos; Elegguá es el mensajero de los dioses yoruba, su fuente de energía proviene del planeta Mercurio y por lo tanto sus energías son personales; por eso se afirma que Elegguá abre y cierra todas las puertas (ley de los opuestos) y los sucesos que se vaticinan por medio de su caracol están enmarcados en el lapso de un año; de allí nace ofrecer sacrificios a este Osha anualmente. Eshu maneja también la ley de polaridad, pero solo en el marco del binomio premio–castigo y en función de la ejecución correcta de nuestro destino, y sus energías provienen del planeta Urano, son impersonales y muy destructivas en su arista negativa.

Es falso que Eshu baje a la tierra a perturbar el destino del hombre, como muy a menudo se dice; Eshu es Ashelú (que en yoruba sería "policía") universal; este Orisha no se puede sobornar con ofrendas, no es un niño caprichoso como se afirma, es sencillamente un vigilante, para que el destino que prometió cumplir un hombre en la tierra, efectivamente se cumpla; por eso Eshu puede generar sucesos desagradables o negativos al hombre, pero siempre en función de su destino y usando el binomio premio–castigo; es decir, los sucesos negativos generados por este Orisha, son un correctivo para traernos de vuelta al camino o sendero correcto, tal y como lo haría un policía ante un delincuente que viola las leyes de la sociedad. Quizás de allí parta la aseveración de que Elegguá y Eshú son una unidad, son lo mismo, pero eso resulta falso también, pues Eshu es la multiplicidad, mientras Elegguá es la unidad.

En la mitología de la religión yoruba existen varios errores con respecto a Eshu, el primero afirma que Eshu existió siempre y que no lo creo Oloddumare (Dios o el Todo), que solo despertó cuando el Todo pronunció sus palabras para crear la luz; los versados en el origen del universo saben, que fuera del Todo no puede existir nada, pues no sería el todo y precisamente fue Hermes el que entregó a sacerdotes del antiguo Egipto el origen de la creación. El segundo error es el que afirma que Eshu es incapaz de crear, esto tampoco es cierto, él si puede crear, solo que sus creaciones son Titanes o monstruos, o sea seres sin conciencia propia u "oscuros" o "elementales" (a diferencia de las creaciones de un Osha, que son siempre seres concientes que saben distinguir entre el "bien" y el "mal"); sin embargo Eshu no los genera, pues Orunmila se lo impide con su guadaña castradora. El tercer error es creer que Elegguá y Eshu son un binomio, por lo tanto son una unidad y son lo mismo, pero resulta que cada Osha y Orisha que bajó desde el cielo a la tierra vino acompañado de un Eshu, entonces deberían ser un binomio también Shangó y Eshu; Agayú y Eshu; Obatalá y Eshu, etc.

Como podemos apreciar, la confusión que rodea la palabra Eshu puede ser clarificada mediante el estudio y la tradición religiosa. Los interesados deberían acudir a las fuentes, representadas por los tratados de Ifá que son los que, en definitiva, cuentan la historia de manera clara y fidedigna.

Si la confusión se apoderó de la visión yoruba, algo semejante sucedió en la visión propia de un culto sincrético como es la Kimbanda. Con la nueva codificación de este ritual, surgida hace relativamente pocos años, la imagen de Eshu (distorsionada por los primeros investigadores umbandistas) adquiere características muy diferentes en nuestra concepción actual.

La conocida "Kimbanda de Alto Astral" presenta entidades con características muy complejas, tan complejas que serán analizadas en un próximo artículo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario